Basta con ver la grandeza de los ríos y el frondoso follaje de los árboles, para empezar a sentir la magia seductora del Oriente; entonces, nacen deseos de reír o de frotarse los ojos con la intención de comprobar si todo es verdad: las nubes anaranjadas por el fulgor agónico del sol, las frágiles canoas que pelean con las corrientes, el chillido enloquecedor de los anónimos "anfitriones" de la selva.
Hombres que guardan los secretos descubiertos por sus milenarios antepasados. Trochas agrestes y ríos revoltosos. Calor y lluvias. Culebras, serpientes, pirañas, mosquitos incisivos en el Oriente ecuatoriano, un lugar en el que la madre naturaleza se ha vestido de verde para albergar la vida en sus más diversas formas.
La tierra del verdor infinito nace en las estribaciones de la ladera oriental de los Andes ecuatorianos. Su clima se caracteriza por el calor insoportable y las lluvias persistentes -con rayos y truenos- que "engordan" los cauces de los afluentes del mítico río Amazonas.
Estudios antropológicos e históricos concluyen que la selva Amazónica fue habitada por el hombre en el año 10.000 A.C. Actualmente, en el Oriente del Ecuador,subsisten seis grupos étnicos: los quichuas (los más numerosos y directamente vinculados con los pobladores del ande), los shuar, achuar, huaroni (nómades impenitentes), siona-secoya y cofán.
Caminatas bajo la sombra de árboles gigantescos, recorridos fantásticos por los ríos, entre ellos el Napo, el más largo de la región con 855 kilómetros, son parte de la grandiosa aventura que permite intimar con la naturaleza y aprender de la atávica sabiduría de los nativos. Los hijos de la tierra del verdor infinito.
Hay tanto por hacer en el Oriente, que da la impresión que las horas pasaran con excesiva premura, porque en este rincón del planeta hasta el sencillo hecho de admirar las coposas nubes, el recodo de un río o el tono encendido de una mariposa, se convierte en algo inolvidable, único y excepcional.
Caminatas y travesías por los ríos permiten conocer la flora y fauna de la selva, escuchar de cerca el improvisado "concierto" de los seres que se ocultan en el espeso verdor o quedarse estático ante los amenazantes ojos rojizos de unos caimanes que pululan entre las canoas.
Existen múltiples opciones para conocer la selva. Las ciudades de Tena (capital de la provincia del Napo), Lago Agrio (capital de la provincia de Sucumbios) y Francisco de Orellana -El Coca- (capital de la provincial de Orellana), son las principales puertas de entrada a esta región de sorprendentes aventuras.
Tomado de:
www.enjoyecuador.net
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